Camino a Santiago de Compostela V
Macarena Barahona [email protected] | Sábado 06 octubre, 2012


Cantera
Camino a Santiago de Compostela V
De Ourense a Piñor de Cea
Estoy aquí dando un paso a la vez, estoy aquí para poder volver a ver cosas, que sé que están, como la huella del andar que he dejado de ver, las cosas vuelven a aparecer tras la lluvia tímida que nos envuelve, y los rayos de sol se esfuerzan entre las nubes e iluminan, largos sembradíos de trigo con espigas relucientes en estas hermosas montañas.
Siento mis ojos, con la mirada de todos los peregrinos, posarse del cielo al horizonte, del camino empedrado a la cruz del camino. Señales que nos construyen, nos definen: peregrinos.
Este aire es el mismo, los trigales serán nuevos, la lluvia otra, y sin embargo el frío me acoge y me hace hervir en emociones agolpadas, como si todos los peregrinos hurgaran mi corazón y en ese movimiento ancestral del peregrino, el fluir de un sentir colectivo, esa unidad espiritual que ha quedado en los caminos, lo sobrenatural de la existencia material de cada uno.
La emoción queda en el color de la tierra, en el aroma de este viento fuerte, en el tacto de la roca hecha cruz que me espera a lo lejos, guiándome al norte, en sus vieras xacobeas, mudos homenajes a los pescadores como Santiago, temerario, marino aventurero, marino de fe, navegante del tiempo.
El camino asciende, es todo silencio por horas, mi hijo lleva música celta y dirige en su enérgico andar, una alegría primigenia con sabor esencial y estrenada libertad.
Nos dirigimos al siguiente Albergue en Piñor de Cea, nuestro trayecto supera los 30 Km y nos iniciamos a nuestro ritmo, calculamos cada día más o menos la misma distancia, sin embargo la dificultad del terreno nos sorprenderá: altura, elevación, ascensos, dificultades (para mí) de bordear y pasar altos despeñaderos y cauces de hermosos ríos. Rituales de caminantes, nuestros comestibles y agua... agua…
Caminamos desde Ourense a Cea, pasando por pequeños poblados: Cudeiro, Sartedigos, Tamallancos, Bouzas, Sobreira, Biduedo. Aisladas casas de campesinos, muchas abandonadas, la gente emigra.
Una línea de peregrino y campesino empobrecido, se dibuja en la tierra, y al saludar de alguno, sus ojos aprecian nuestro andar y nos quedamos con sus buenos deseos, pero también con la tristeza de su rostro.
Campesinos que se saben, de una raza antigua, de los de “antes”, se dicen ellos mismos, somos los últimos antiguos que trabajan estas tierras. Sus hijos y los hijos de sus hijos… emigran... Caminan en otras direcciones. Y nosotros ascendemos, tratando de asir lo imperceptible.
¡Buen Camino! se dicen los peregrinos al encuentro y así llegamos al Albergue donde mostramos credenciales, ya en el ritual mudo de mi cansancio completo. Mi hijo conversa con los pocos peregrinos del Albergue y se informa de las nuevas dificultades para el día siguiente. Nuestra energía lleva fuego y basta descansar, tomar vino y cenar.
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