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El poder de la predicción matemática; La Neuroeconomía y el COVID19

Juan Diego Sánchez Sánchez [email protected] | Lunes 16 marzo, 2020

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Han pasado meses desde que el nuevo virus, recientemente declarado pandemia, fue descubierto, y resulta preocupante e inquietante observar como sus efectos más fuertes, curiosamente no son derivados de la afectación a la salud de las personas propiamente, sino más bien de las consecuencias económicas y financieras derivadas de la conducta de la colectividad, y en respuesta directa a un “pánico social” dado precisamente por este virus y el enfoque comunicacional que se le ha dado.

Ahora bien, primero es importante entender el concepto del temor o el miedo (no necesariamente lo mismo, pero considerados iguales pare este análisis), el cual hace mención a una respuesta racional y emocional a una situación desconocida o desconcertante. Acá debe señalarse que el elemento racional se deriva de una activación en el Neo Córtex y ligado a procesos sinápticos (conexión entre neuronas), mientras que el factor emocional se presenta en el cerebro Límbico, ligado mayormente a la generación de químicos que moldean las emociones humanas. Resulta interesante el análisis que puede darse del miedo en si mismo, pues aunque en principio pareciera ser un elemento ponderado de forma racional, donde el cerebro responde a algo que no puede dar respuesta, este a su vez se liga a la segregación de neuro químicos tales como la Noradrenalina y Adrenalina, encargados de la generación de esa sensación de incertidumbre y de aceleración corporal, es decir el miedo como tal.

Claramente la situación ligada al Coronavirus o Covid 19, es un generador de temor, esto pues, no solamente responde a una situación en la que existe una posibilidad real y material de sufrir un menoscabo a la salud propia o de terceros allegados, lo cual parece activar ambos elementos, tanto el racional como el emocional, sino que también puede observarse un ligamen directo a la incapacidad de predecir, al menos en el corto plazo una salida racional a esta emergencia pandémica, es decir, no parece vislumbrarse de forma lógica y cuantitativa un horizonte temporal que permita determinar un cierre a la situación actual. Este punto tiene un ligamen específico a la corteza prefrontal y al lóbulo frontal, controladores del sentido común y el comportamiento social, el cual al no poder dar una respuesta interna referente al tiempo determinado de salida a la crisis en cuestión, procede a rechazar esta información, dando así mayor fuerza a que el temor neural surja y se dé con mayor peso la generación de químicos asociados a esta incertidumbre, activando incluso el sistema mal llamado reptiliano (nombre correcto cerebro instintivo), que controla el instinto de supervivencia.

Con base en lo anterior, y en relación directa al comportamiento económico, puede determinarse que una persona en un estado límbico y con niveles altos de químicos ligados al temor, procede a intentar proyectar, consciente o inconscientemente, y de manera neural, posibles escenarios de abastecimiento y consumo de bienes y servicios, de acá que se originen las sobredemandas de los bienes necesarios para “sobrevivir” las crisis en cuestión, tema que repercute en una compra excesiva de bienes (alcohol en gel por ejemplo), que aunque necesarios en todo sentido para prevenir la enfermedad, en ocasiones son comprados por estos consumidores límbicos en demasía, generando una acumulación de un bien que aunque imperante, no es necesario adquirir en exceso para su almacenamiento.

El comportamiento anterior es conocido en Economía como el “animal spirit” o espíritu animal, concepto definido así por la doctrina y diferentes autores, al cual realmente debería llamarse “espíritu neuro-instintivo”, cuya explicación es simple, pues en esencia las personas proyectan su escenario vivencial a futuro, determinan que la oferta parece ser insuficiente, entonces en uso de una respuesta límbica neural y plagada de químicos emocionales, proceden a sobre demandar el bien en cuestión, agotando sus existencias, y dando pie en función de una simple regla de la ley de oferta y demanda, a que los precios de los bienes necesarios para afrontar la crisis en cuestión se incrementen.

Resulta interesante el análisis de lo anterior en términos del planteamiento de los escenarios futuros que el consumidor realiza, los cuales, aunque afectados por elementos emocionales y neuroquímicos (donde también la amígdala juega un papel fundamental, pues en esencia moldea la emoción en un contexto temeroso) son en principio proyecciones matemáticas de su consumo y supervivencia futuro. Si bien es cierto estos algoritmos neurales de proyección en el consumidor parecieran ser simples pronósticos y aproximaciones generadas de forma empírica e inductiva, su generación puede también ser extrapolada a mercados más técnicos y de mayor repercusión global, en los cuales los elementos predictivos en materia económica son fundamentales, tales como las bolsas de valores, o incluso la definición de precios de mercado internacionales.

Cabe señalar que la dinámica de proyección de escenarios futuros que el consumidor realiza, parece derivarse del uso de una sinapsis media, con un ligamen al lóbulo frontal, quien no puede dar respuesta, por lo cual la predicción de consumo y supervivencia final es generada de forma límbica, observando así un circuito neuro-económico de interés, donde se detalla una activación del Neo Córtex, con una sinapsis media, una remisión al lóbulo frontal y una decisión final del cerebro Límbico, que conlleva el comportamiento de sobredemanda económica y neural.

El circuito en cuestión puede también ser observado en decisiones económicas más técnicas, esto al extrapolar este comportamiento a mercados tan complejos como son las bolsas de valores, o la definición de precios futuros de mercado. Claramente los algoritmos y los principios matemáticos de predicción, que suelen basarse en comportamientos históricos, pierden valor ante una situación pandémica como la actual, pues todo el concepto de la predicción matemática se basa en tomar comportamientos estacionales, determinar sus movimientos promedios y aplicar dichos algoritmos a futuro, partiendo de que cualquier oscilación futura de la serie económica en cuestión, se ubicará dentro de los parámetros máximos o mínimos de la predicción, es decir se proyecta esperando un dato certero basado en situaciones previas. Cabe señalar que estas ponderaciones matemáticas tienen un ligamen muy fuerte al lóbulo parietal del cerebro.

Sin embargo, al afrontar el cerebro una predicción basada en un temor social, o en este caso correlacionado con una situación ligada a la salud humana, se encuentra ante un vació neuro-experiencial, es decir, una situación completamente nueva, la cual no puede ser explicada por una fórmula o algoritmo matemático, por ende no puede ser cuantificada, de manera que las proyecciones que se realicen serán insuficientes para dar una respuesta neural satisfactoria al cerebro, particularmente a la corteza prefrontal, generando así una crisis económica derivada de la misma incertidumbre dada por la generación de los químicos ligados al miedo.

Es con base en los puntos anteriores que debe reforzarse la idea referente a que la mejor manera de sobrellevar una situación de crisis, y en especial una generadora de temor, es la calma y pensamiento racional, es decir el control de las emociones por medio del uso de un mayor pensamiento analítico que permita controlar el temor, pues incluso, si desea analizarse de forma económica y matemática, aún la peor crisis tiene un final, y de ella, cualquier resultado que no sea el peor escenario ya es una ganancia y la experiencia que de ella se derive es también un valor a futuro.

Dr. Juan Diego Sánchez Sánchez, Ph.D

Asesor empresarial, abogado, profesor e investigador






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