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En la piel de los otros

Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 13 mayo, 2015


Seremos capaces de construir un lugar mejor

Hablando Claro

En la piel de los otros

Duro con las ideas, suave con las personas. Es la premisa básica de la negociación. En la práctica cotidiana, sin embargo, una deplorable manifestación que demostramos frecuentemente es la incapacidad para debatir sin ofender.
A falta de argumentos, a algunos les resulta fácil estigmatizar y atacar a las personas. Y los ataques no se relativizan. Son ataques. De modo que cuando un sujeto dice que “no es racista, pero” y enfunda sus prejuicios y su racismo contra personas que no piensan como él, lo único que hace es desnudarse en sus limitaciones.
Y lamentablemente esas limitaciones no son simples sumatorias de individualidades, sino que marcan a un conglomerado de ciudadanos que también nos conforman como este entramado complejo que constituimos.
La primera discusión en torno a la pertinencia en el sistema educativo sobre Cocorí —me cuenta, con su dulce parsimonia y reflexionada firmeza Quince Duncan— fue hace tres décadas y en ella participó el mismo don Joaquín Gutiérrez, quien por supuesto era el único con el poder sobre su obra y decidió cambiar la alusión al niño como un monito.
La segunda deliberación se produjo 20 años más tarde y logró eliminar a Cocorí de la lista de lecturas obligatorias. La pregunta entonces es ¿por qué de nuevo unas representantes de la afrodescendencia traen la deliberación a la palestra? ¿Cuál es la persistente necesidad? Simplemente porque sí les afecta a sus hijos y sus nietos. Porque la ofensa y el choteo lacerante siguen marcando el color de la piel y la risa burlona que estigmatiza sigue hiriendo “a cientos de niños”, como asegura Quince Duncan. Y yo le creo.
Y claro, ninguno de esos niños es mi nieto. Y por eso me cuesta entenderlo. Y por eso recién ahora empiezo a entender que esta discusión tiene todo el propósito. Que enhorabuena que se esté dando de nuevo. Porque aunque ahora las redes sociales añaden más crudeza a la discusión, pues ofenden desde el cobarde anonimato y el descalificante meme, también hay muchas más ciudadanas y ciudadanos dispuestos a la defensa informada y sensibilizada de las implicaciones que tiene el ejercicio pleno de los derechos humanos para todos.
Tenemos que seguir luchando contra todas las formas de exclusión. Y la primera de ellas es este racismo encubierto que persiste entre nosotros. Y aunque sigo creyendo que no lo lograremos matando a Cocorí, también creo que no será con una defensa sorda que nos impida escuchar lo que nos están diciendo nuestros conciudadanos negros como podremos construir caminos de mayor y mejor entendimiento en nuestra convivencia social.
Cuando Quince Duncan me recuerda a don Isaac Felipe Azofeifa en aquella esperanzadora reflexión de la madrugada cuando todas las estrellas parten y se pone oscuro porque ya va a amanecer, también sueño como él que seremos capaces de construir un lugar mejor. Para mi nieto mestizo como yo y para los bisnietos de Quince. Y para todos aquellos a quienes dejaremos este pedazo privilegiado de tierra que nos cobija.

Vilma Ibarra

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