La vida tiene que seguir
Carlos Denton [email protected] | Miércoles 19 mayo, 2021

La historia reportada en un diario de una pareja de trabajadores independientes, sin ingresos por la pandemia y la resultante contracción económica, enfermos con Covid 19 y gastando el último dinero que tenían para comprar oxígeno, toca el corazón de cualquiera. Por internet pedían dinero para poder comer y quizás para comprar más oxigeno mientras que esperaban que se abriera campo en algún hospital. ¿Cuántas historias más similares habrá?
Como solución al problema del crecimiento en los casos de coronavirus los médicos, muchos de ellos sufriendo fatiga y algún “shock psicológico,” demandan un cierre total. Hay que comprenderles; las visiones de sufrimiento sin paralelo en la historia, les provoca insistir. El hecho que el programa de vacunación no ha avanzado como se necesitaba entienden, pero su enfoque es “clausura.”
Con los diversos cierres se ha destruido la mitad de lo que es la industria turística, responsable por 10 por ciento del empleo del país en forma directa y de 18 por ciento en forma indirecta. Cuando piensan de turismo los costarricenses visualizan los hoteles y restaurantes, pero la mitad de la oferta es de micro y pequeñas empresas—guías, transportistas, músicos, productores y comerciantes de souvenirs, vendedores de comida y bebida en rinconcitos y, desde luego fotógrafos. Muchos están arruinados. A otros sectores les ha ido igual de mal. La miseria, los suicidios, las enfermedades y sobre todo el hambre va creciendo como una plaga. Chiquitos sin educación (no tienen internet), jóvenes sin perspectiva, y mayores con depresión severa. El sector privado se opone a más cierres con el mismo fervor que los médicos abogan por martillazos.
Ahora este debate se ha extendido a la política. Hay un grupo importante de políticos y médicos que argumentan que hay que posponer toda la campaña – primarias, mítines, votaciones, plazas públicas – más importante suprimir la pandemia, aunque afecte una parte fundamental de la democracia. Ya se destruyó la economía y ¿porque no la democracia también?
La verdad es que la salida es un programa de vacunación de primer mundo, funcionando día y noche incluyendo fines de semana y para todas las edades. Así se rescatan instituciones e incluso empresas que dan mucho empleo de la destrucción. Hasta ahora se le ocurrió al gobierno buscar más dosis de vacunas y de aumentar el esfuerzo de proteger a la ciudadanía. Después de cuatro meses solo se ha vacunado un 10 por ciento de la población; los que tienen acceso a dinero están corriendo a los Estados Unidos frente a la ola que ahorita afecta a todos, pero sobre todo al sistema hospitalario.
Ahora la protección se dará si los ciudadanos escuden a sí mismos; mascarillas, lavado de manos frecuente, distanciamiento y un comportamiento cauteloso con toda reunión festiva o innecesaria. Hay que entender a los médicos, pero ¿por qué no se quejan con los jerarcas del Ministerio de Salud y de la CAJA? Presionarlos a buscar camas, a buscar más vacunas y pasar menos tiempo en la televisión amonestando a la ciudadanía.
¡La vida tiene que seguir!
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