Malpaís llora
Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 31 agosto, 2011


Hablando Claro
Malpaís llora
Como si fueran a salírsele de las pequeñas órbitas, Matías abrió sus expresivos ojos negros al escuchar la triste nueva de un mensaje de texto que nos fulminó el alma… como una de esas tormentas bravas e intempestivas que caen sobre mar abierto.
Caminábamos por la playa de Herradura a primera hora de la tarde del domingo y me preguntó lleno de inquietud cómo era que había muerto “el que cantaba”…
Su mamá y yo le explicamos que su corazón había fallado.
Fue entonces cuando se tomó la cabeza con las manos y exclamó: ¡¿Tita, y ahora quién va a tener un cerebro tan grande para reemplazarlo?!
Los adultos enmudecimos frente a la profundidad de su elaboración y luego coincidimos: ¡no habrá otro Fidel!
Matías apenas balbuceaba sus primeras palabras cuando ya pedía “Gota de Agua” como acto reflejo al subir al carro y ser ubicado en su sillita. Y se tornó ritual obligatorio empezar la conducción con Malpaís en Vivo.
Lo mismo habíamos hecho el domingo muy temprano al tomar la ruta 27.
Solos, él y yo, en esos ratos mágicos y plenos de privacidad reservados en privilegio de vida a las abuelas con sus nietos.
Hoy, a poco de cumplir seis años, Matías representa a la última de tres generaciones marcadas de forma indeleble por el profundo surco de la obra de Fidel Gamboa y ese Malpaís tan bueno como querido, tan grande como modesto, tan prolífico como extendido en la insaciable búsqueda-recuperación de lo que nos es propio. De nuestro Guanacaste, nuestro Caribe y nuestra ciudad… del arrabal y la playa, del olor a tierra mojada y del color de la tierra seca. De las historias verdaderas de la gente de pie y de las leyendas imaginarias que tomaron ritmo y son en el andamio inagotable de sus compases perfeccionistas.
Hoy Malpaís llora. Y con Malpaís muchos de nosotros. Por lo que nos advierten entrará en reposo. Pero tal vez no se trate de que vuelva. Porque en realidad no se ha ido. Fidel se fue, pero nos dejó todo de él. Sus composiciones, poemas y reflexiones. A sus magníficos y brillantes amigos compañeros, a sus discípulos (en especial esos seres humanos maravillosos y talentosos que son sus hermanos Jaime y Héctor) y todos los que sin ser cantores, músicos ni compositores, cantamos hoy con la piel crispada y un nudo en la garganta su vasto legado.
Somos todos herederos de una huella que perdurará por mucho, mucho tiempo.
¡Que siga la música perfilando la identidad de la patria. Esta patria que Fidel Gamboa Goldenberg y Malpaís nos permitieron redescubrir que sí llevábamos dentro cada uno de nosotros con enormes y profundas raíces!
Vilma Ibarra
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