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Restaurar la fe en la humanidad

Mi padre Marianne

Larissa Arroyo [email protected] | Lunes 18 enero, 2021


Larissa Arroyo


He tratado de cumplir todas las recomendaciones, desde mantener la distancia de casi dos metros con otras personas, salir poco de mi casa más que para compras e incluso algunas veces hacerlas en línea si posible, ver poco a mi madre y cuando la veo usar mascarillas, usar alcohol al punto de tener resecas las manos, tratar de conversar por zoom con mi gente querida en lugar de interactuar presencialmente y siempre, siempre usar mascarilla cuando pongo un pie fuera de mi casa. Por eso es que la semana pasada fui al cine Magaly, el cual tiene todas las medidas deseadas, desde el alcohol, hasta la separación de asientos, pasando por el hecho de que éramos a lo sumo unas 10 personas. No les voy a mentir, estaba aterrada pero feliz. Sabía que había un riesgo, no obstante decidí correrlo porque valoré que mi salud mental requería de una salida, segura, pero salida al fin y al cabo. Y qué suerte que lo hice porque la película que ví me hizo recobrar la fe en la humanidad y espero que Uds tengan el mismo desenlace.

Claramente, no voy a hablar sobre la historia en sí porque quisiera pedirles encarecidamente que la vean. Lo que sí les puedo adelantar, es que esta es una media dramática, ligera y con personajes cuyas actuaciones revelan emociones intensas, transparentes y honestas. Sin pecar de dar demasiada información, ya que por el título se puede adivinar, esta evidencia las dificultades que encuentran las personas trans, particularmente cuando su revelación se da en una etapa adelantada en la vida y también recoge con suma sensibilidad, lo que viven las personas que rodean a quien toma la decisión de hacer pública su identidad de género cuando esta no coincida con su sexo registrado por el Estado y por la sociedad en general.

Si Ud., todavía tiene dificultades para entender el concepto de “persona trans” y las problemáticas que sufren en la cotidianidad en todos los espacios, y particularmente si Ud. es una persona de fe, le recomiendo que vea la película para luego discutirla en familia, ya que permite la reflexión acerca de cómo la sociedad puede reaccionar ante situaciones que históricamente no han sido aceptadas, recogiendo las controversias actuales pero planteando, tal y como dice mi madre de 72 años, que habrán muchísimas cosas que no entendamos pero que la consigna siempre debe ser respetar la dignidad de las personas y no cuestionar sus decisiones personales sobre quienes o son o cómo quieren vivir.

Considerando que no es una película de Hollywood, es sumamente entretenida con un paso más lento de lo que acostumbramos en las películas de acción como se puede esperar. Más allá de esto, la película no se centra en un único personaje, sino que por el contrario, plantea los sentimientos y luchas existenciales de las personas jóvenes, particularmente de las mujeres, al apuntar muy acertadamente la resistencia que implica no caer en roles y estereotipos de género pero también de las personas consideradas adultas mayores y las expectativas que la sociedad tiene para cuando llegamos a cierta edad.

Yo que odio las películas tristes, particularmente si están basadas en la vida real, quedé con la delicia de lo que una película no cursi y basada en hechos reales puede brindar, ya que es dirigida por Mårten Klingberg pero basada en la novela autobiográfica de la autora y periodista Ester Roxberg. La forma en que se narra esta historia, nos permite acercarnos de manera honesta, a los cuestionamientos existenciales con los que cualquier persona se puede identificar, acerca del dolor de vivir, de no saber quien realmente sé es, de la pérdida de afectos, de no ser lo que se espera de una y de vernos obligadas a cambiar aunque nos resistamos con cada fibra de nuestro ser.

Todas las personas necesitamos amor, y todas las personas nos enfrentamos a una lucha existencial, en donde tenemos que tener la valentía de por un lado encontrar quienes somos y que seamos aceptadas como tal, muy lejos de las expectativas y las imposiciones sociales por eso no es el final de la película, lo más importante, sino el desarrollo de la historia en sí, acerca de la lucha de atreverse a ser una misma como la única forma de acercarse a su dios, cuando una es creyente. Al final, es una historia de amor, o de amores, que refleja todos los tipos de afectos que podemos vivir, como hija, como esposa, hacia sí mismx y también hacia nuestro dios. Y esto es lo que más me impactó. La lucha por determinar quién somos, qué nos hace feliz, resistiendo a los imperativos impuestos desde lo externo, es el resumen de esta linda película que evidencia que a todas luces las creencias y las propias jerarquías religiosas no tienen por qué ser discriminatorias.

Me dio la esperanza de volver a visualizar una sociedad que acepta las diferencias y las diversidades, que aprende que la discriminación es algo sencillo que nos salga del corazón pero que con empatía, y que podemos construir todos los días un camino hacia un mundo mejor para todas las personas sin excepción, sin que esto sea un mero ideal por que una palabra de apoyo salva pero muchas palabras de apoyo restauran la fe en la humanidad.







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