¡Viva Heredia por media calle!
Gaetano Pandolfo [email protected] | Lunes 30 diciembre, 2024
El muro humano que levantó Jafet Soto para sostener el 2-0 del juego de ida de la final por el Apertura, se resquebrajó en dos ocasiones, suficientes para que el Alajuelense le empatara la serie al Herediano.
Pero estaba escrito de que en una Catedral teñida de rojo y negro y a reventar, los anfitriones no podían ni por asomo, recibir una anotación. Un gol en contra complicaba totalmente el escenario.
Herediano construyó una muralla de diez futbolistas, dispuestos a rechazarlo todo, a bloquearlo todo, a no regalar espacios y contrario al juego de ida de la semifinal, proyectados a jugar fútbol y no a perder tiempo. Jafet en esta ocasión no jugó con el reloj, ni tampoco hizo del ataque su mejor defensa, como en el segundo tiempo frente al Saprissa.
Herediano se dedicó a defender con pierna, uñas y dientes el 2-0 de la ida y logró su cometido, con figuras determinantes en su retaguardia, sobre todo dos: Keyner Brown y Fernán Faerron.
Metida y concentrada la formación titular en el partido, no perdieron la cabeza con el gol recibido desde el punto de penal apenas en el minuto 2 y se atrincheraron con orden, para destruir sin mayores problemas las ofensivas escasas y nada peligrosas de un ataque manudo donde Jonathan Moya fue cazado en solitario por Brown y Rubio y el resto de la ofensiva corría a puro corazón y sin peligro, lejos del área de candela.
Pero, apenas empezando el segundo tiempo, Alajuelense finalmente coordinó una acción ofensiva y Diego Campos empató la serie con el 2-0.
Estalló el Morera Soto, pero el Team jamás perdió su compostura, su mayor virtud, no romperse ante la adversidad.
El final fue caprichoso, porque Guimarães se lanzó por el 3-0 con los ingresos simultáneos de Falque, Parkins y Toril en el minuto 67, pero dos minutos después, Herediano, con acierto y buena suerte, anotó el gol que sentenció la muerte del León.
A Marcel Hernández se le escapó el balón al intentar hacer una “gambeta” y el rodado fue directo a la pierna derecha de Allan Cruz, el hombre gol de las finales, quien soltó una raya imposible para Leonel Moreira.
La Catedral enmudeció, la corona de nuevo voló a otra vitrina y los fanáticos del Alajuelense no supieron contener la frustración. El desahogo fue tan lamentable como vergonzoso, nueva batalla campal propia de un país que se nos fue de las manos, donde reina la agresión, el crimen y la violencia, trasladados ahora al fútbol.