El dilema de don Luis Guillermo
Humberto Pacheco [email protected] | Martes 27 mayo, 2014
Trotando Mundos
El dilema de don Luis Guillermo
En las columnas de Habemus Caesar intentábamos señalar los problemas que enfrenta el Señor Presidente, tanto desde nuestra óptica de ciudadanos con experiencia, como de la de miembros del Sector Productivo. Ligados a éste durante 41 años por medio de la Cámara Costarricense-Norteamericana de Comercio y, desde ésta con la Unión de Cámaras por más de una década, podemos decir sin equivocarnos que hemos vivido de cerca las angustias y frustraciones de empresarios nacionales y extranjeros.
El denominador común de estas empresas ha sido la financiación con fondos propios de los dueños o los préstamos bancarios que comprometen sus propios patrimonios. Han procurado producir con la máxima calidad, al menor costo posible, en un régimen muy exigente de competencia. Sin pagar chizas porque torcer licitaciones y desviar compras a productos de menor calidad no funciona con el dinero propio. Se emplea un millón doscientos cincuenta mil costarricenses pero en las cantidades óptimos que cada empresa requiere.
Por contraste, tras la Revolución de 1948, movidos por la necesidad de sacar al país de una crisis que demandaba empresas de gran envergadura que el tímido sector privado de la época no acometía, se optó por la solución de crear empresas estatales. El sistema funcionó bien durante el siguiente cuarto de siglo.
Pero se fue agigantando y corrompiendo por la facilidad con que se disponía de fondos que no eran de nadie. Una dinámica patriótica inicial fue siendo sustituida por los intereses de políticos que descubrieron en estas entidades fuente inagotable de negocios personales y empleo para sus pega-banderas. Como no podían remover empleados que no servían por culpa de un absurdo Servicio Civil, simplemente creaban más puestos, cargando las empresas hasta la más obsoleta improductividad.
Ni lerdos ni perezosos los sindicatos del gobierno, con la complicidad de políticos corruptos, se fueron brincando los parámetros del Código de Trabajo y recetándose con cuchara grande mediante contratos colectivos en los que salarios y beneficios duplicaron y triplicaron los equivalentes al sector privado. Las gollerías llegaron hasta bonificar a los que llegaban a tiempo al trabajo!
Estos atropellos los coronó una cereza, la cláusula que establece que todos los beneficios que una institución le otorgue a sus trabajadores se extenderá automáticamente a todos los de las otros instituciones- sin justificación alguna- con lo cual el cuarto de millón de trabajadores del Estado reciben hoy día beneficios que no les corresponden y que el país NO PUEDE PAGAR. Con progresión geométrica, las obligaciones incontroladas de estas instituciones doblegaron las finanzas públicas hasta no alcanzar el dinero recaudado de los costarricenses para hacerles frente.
Esa es la panorámica del nuevo gobierno. La solución no es fácil porque en muchas instancias son gollerías que gobiernos anteriores avalaron, por razones políticas corruptas que no tenían nada que ver con las necesidades de la institución respectiva, dándoles inmoral legitimidad. Lo que es un hecho es que no importa cuantas reformas fiscales se ejecuten, no alcanzarán.
Por su parte los mil doscientos millones de dólares anuales asignados a la pobreza, de los que casi un ochenta por ciento se va en “gastos” administrativos de cuarenta y dos agencias, no resolverán nada en tanto ese emprendimiento no se reduzca a una o dos agencias muy delgadas y bien controladas.
Solo así dejaremos de hablar de hacer algo por los pobres pobres y comenzaremos verdaderamente a hacerlo.
Humberto Pacheco
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