Bytes de Progreso: El Camino hacia la Inclusión Digital en América Latina
Jaime García [email protected] | Miércoles 25 septiembre, 2024
Por Jaime García
Director del Índice de Progreso Social
CLACDS | INCAE Business School
En la era de la información y la Inteligencia Artificial, el acceso a internet se ha convertido en un indicador crucial no solo del desarrollo socioeconómico, sino también del progreso social de un país. En América Latina, la brecha digital sigue siendo un desafío significativo, con grandes disparidades entre las naciones de la región. Este análisis se basa en datos recientes que muestran la posición de varios países latinoamericanos en cuanto a usuarios de internet, explorando además las implicaciones más amplias de esta brecha para el desarrollo social.
Imaginen por un momento un continente dividido no por fronteras geográficas, sino por líneas invisibles de conectividad. En un extremo, tenemos a Chile y Uruguay, los abanderados digitales de América Latina, con tasas de usuarios de internet que rozan el 90% (90.19% y 89.87% respectivamente). Estos países han entendido que la inclusión digital es la puerta de entrada a un futuro de oportunidades, educación de calidad y desarrollo económico sostenible. No muy lejos, Argentina se posiciona con un impresionante 88.38% de su población conectada. Estos tres países nos muestran que es posible, incluso en una región con desafíos económicos, priorizar la conectividad como motor de progreso social.
Sin embargo, al mirar más allá de este trío líder, la realidad se torna más compleja. Países como República Dominicana, Costa Rica y Brasil navegan en aguas intermedias, con tasas de usuarios de internet entre el 80% y el 85%. Son cifras alentadoras, sin duda, pero que aún dejan a millones de ciudadanos al margen de la revolución digital. La brecha restante podría estar afectando principalmente a comunidades rurales o marginadas, limitando su acceso a oportunidades educativas y económicas en línea.
La situación se vuelve preocupante cuando observamos a gigantes económicos como México, que a pesar de su peso en la región, solo logra conectar al 75.63% de su población. O Colombia, con un 72.8%, luchando por cerrar una brecha que amenaza con dejar atrás a más de un cuarto de sus ciudadanos en la carrera hacia el futuro digital.
Pero es en el extremo inferior de la lista donde la alarma suena con más fuerza. Nicaragua, Guatemala y Honduras, con tasas por debajo del 60%, enfrentan el riesgo real de quedar rezagados en un mundo cada vez más interconectado. Estos países no solo luchan contra la brecha digital; se enfrentan a una potencial exclusión de las oportunidades educativas, económicas y sociales que define nuestro siglo.
El caso de Panamá merece una reflexión aparte. Con el PIB per cápita ajustado por paridad de compra más alto entre los países analizados ($33,266), su tasa de usuarios de internet de solo 67.51% es un recordatorio punzante de que el crecimiento económico no se traduce automáticamente en progreso social. Es un llamado de atención sobre la necesidad de políticas públicas que no solo generen riqueza, sino que se implementen las estrategias para mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos.
Frente a este panorama, ¿qué camino debemos seguir? La respuesta no es simple, pero es urgente. Necesitamos un esfuerzo concertado que incluya:
Inversión masiva en infraestructura digital, especialmente en áreas rurales y marginadas, con apoyo del sector privado y alianzas público privadas.
Programas de alfabetización digital que no dejen a nadie atrás, desde niños hasta adultos mayores.
Incentivos reales para que las pequeñas y medianas empresas se suban a la ola digital, generando empleos y oportunidades en la nueva economía.
Una colaboración regional sin precedentes, donde los países líderes compartan conocimientos y recursos con aquellos que luchan por conectarse.
El desarrollo de contenido local relevante, que refleje nuestras culturas y responda a nuestras necesidades específicas.
La brecha digital en América Latina no es solo un problema tecnológico; es un desafío social. Cada punto porcentual que logremos aumentar en nuestras tasas de conectividad representa miles de vidas transformadas, personas que pueden tener mayor movilidad social, y comunidades enteras que se incorporan al diálogo global y a la economía digital.
En ese sentido, reducir la brecha digital en América Latina no es solo una cuestión de equidad en el acceso a la tecnología, sino una estrategia fundamental para promover el progreso social integral de la región. No podemos aspirar como región a vivir como un país desarrollado del siglo XXI con la infraestructura del siglo XX. A medida que el mundo se vuelve cada vez más digital, garantizar un acceso equitativo a Internet y sus beneficios se convierte en un imperativo para construir sociedades más justas, educadas y prósperas en el siglo XXI.
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