Don Marvin Araya: ¡a mí me gusta el reguetón!
Marilyn Batista Márquez [email protected] | Miércoles 06 septiembre, 2023
El domingo pasado fui una de las espectadoras del concierto de Frank Sinatra, en el teatro Melico Salazar, con la Orquesta Filarmónica de Costa Rica, bajo la dirección impecable de don Marvin Araya, y la brillante interpretación de Mario Kramarenco.
En varias ocasiones don Marvin dijo que no le gustaba el reguetón, logrando soltar carcajadas y aplausos de la audiencia, mientras yo permanecía mordiéndome la lengua, al no poder gritar “a mí me gusta el reguetón”.
Sí, apreciados lectores, ¡me gusta el reguetón!, algo que, como dicen mis hijos, no comprenden, pues es la antítesis de la música que debería agradarle a una persona madura, con alto nivel educativo.
Aclaro, que el reguetón no es mi género musical preferido, como supongo les ocurre a muchas otras personas de mi edad y formación, incluyendo a don Marvin. Al igual que la salsa y el merengue, no puedo oírlo por varias horas porque me cansa, me agita y considero que son géneros musicales más bailables que audibles. En el caso del reguetón, es difícil permanecer oyendo canciones con letras ordinarias y nada edificantes, pero aprendí, gracias a mi padre, a comprenderlas, tolerarlas y apreciar algunas piezas.
Mi apetito e “inclusión” por la música se remonta al embarazo de mi madre. Ella afirma que mi padre acercaba la guitarra a su panza y tocaba música popular como boleros, paso doble, vals, tango, danza, bossa nova, guaracha, pasodoble y seis chorreao…y el concierto de Aranjuez. Era un virtuoso guitarrista.
A los 10 años, junto a él, cantaba “las canciones de viejos”, como afirmaban mis hermanos. Hasta que llegó la música disco, para mi padre lo peor que podía existir en el universo, sin embargo, no la proscribió de su repertorio y aguantó que yo cantara cientos de veces “Last dance” de Donna Summer.
Mi padre falleció de un infarto a los 59 años, cuando tocaba una pieza musical. Murió abrazado a su guitarra, la cual guardo como gran tesoro. De él aprendí que no hay música mala, sino diferentes gustos, preferencias y afinidades auditivas, sociales y culturales. En contraposición, la letra de la música sí puede ser categóricamente mediocre, denigrante y obtusa, situación que podemos observar en cualquier ritmo, mucho más en el reguetón, cuyas canciones parecen una oda a la vulgaridad. Pero dentro de esta aparente putrefacción musical e interpretativa hay letras emotivas, denunciantes, dignificantes y hasta heroicas.
“René”, la canción escrita e interpretada por el reguetonero Residente, nombre artístico de René Pérez Joglar, ex miembro fundador del grupo Calle 13, es tan conmovedora que soy incapaz de oírla sin llorar.
El pachuco de Bad Bunny, interpreta un reguetón con una mezcla de bosa nova, “Si veo a tu mamá”, que es una pieza divertida y encantadora, con un video que insta a oír música (¡de Bad Bunny!) para no cometer suicidio.
La canción “Grito Mundial” de Daddy Yankee, hace referencia a la unión e inclusión: “Somos una raza, un solo pueblo, un corazón, una nación, somos el mundo bailando en una canción, cero racismo, cero egoísmo”.
“La Bicicleta”, interpretada por Shakira y Carlos Vives y “La gozadora” de Gente de Zona y Marc Anthony, la primera, un tema que destaca el amor naif; la segunda, exaltando características culturales de diferentes países latinoamericanos, son dos buenos ejemplos de reguetón “decente”.
La irreverente Karol G, junto a Nicky Jam interpretan “Amor de dos”, con una letra que destaca el deseo de una pareja de compartir una vida juntos, sin caer en lo pedestre.
Y no puedo concluir esta columna sin hacer mención de “Despacito”, interpretada por Luis Fonsi y Daddy Yankee, una canción romántica, que en prosa erótica describe -sin caer en la vulgaridad- el deseo de una relación sexual “Déjame sobrepasar tus zonas de peligro, hasta provocar tus gritos y que olvides tu apellido”. Este reguetón, que se convirtió en número 1 de la lista Hot 100 de Billboard, cuyo videoclip cuenta con los más “me gusta” en la historia de YouTube, ha sido interpretado por diferentes orquestas sinfónicas y filarmónica como la Juvenil del Colegio Alemán Barranquilla, la del Teatro Colón en Argentina, la De Vorónezh, el grupo 2Cellos, conformado por Luka Sulic y Stjepan Hauser y por el violinista eléctrico español más mediático de España, José Asunción, entre otros grandes músicos y grupos.
Por lo anterior, Don Marvin, no sea tan duro con el reguetón. Acójalo y bajo su dirección promueva un concierto, porque el vilipendiado género musical es parte de la cultura, los pensamientos y sentimientos de los jóvenes hispanos que viven en las ciudades, tal y como lo fue la salsa a principios del 1970.
Estoy segura que usted buscará “la aguja en el pajar”, seleccionando un repertorio con la música cuya letra no apele a la chabacanería, a la misoginia y otros calificativos negativos vinculados al famoso ritmo urbano.
Me imagino el cierre de este evento musical (“Concierto de Música Urbana de la Orquesta Filarmónica de Costa Rica”) con “Despacito”, rodeada de una audiencia de jóvenes, la mayoría de ellos acudiendo por primera vez al Melico.
Lo que sugiero no es un delirio; ya lo han hecho (como lo he citado) muchas sinfónicas y filarmónicas en diferentes auditorios del mundo. Hace cuarenta años atrás quién hubiera imaginado a Pavarotti en dueto con Queen, U2 y las ¡Spice Girls! y a Plácido Domingo entonando rancheras y salsa con 80 músicos de la Orquesta Filarmónica de Antioquia.
Como usted mismo dijo (parafraseando) en una de sus intervenciones en el concierto de Sinatra, “la música nos une, nos hace vivir, nos pone a soñar”, entonces, que nos siga uniendo la música, sin excluir al reguetón.
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