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COLUMNISTAS


Economía de la clandestinidad

Natalia Díaz [email protected] | Jueves 10 octubre, 2019


Todas las actividades comerciales, negocios, nuevos emprendimientos, pequeñas y medianas empresas han venido sufriendo en los últimos años la creación de fiscalizaciones, regulaciones excesivas para funcionar, impuestos, tasas, y todo tipo de limitantes vía reglamentos, decretos o legislaciones.

Desde el impuesto a las personas jurídicas hasta la triste ocurrencia del registro obligatorio de accionistas, pasando por permisos ministeriales creados para socavar cualquier intento productivo, requisitos absurdos y documentación innecesaria, han venido dando al traste con la iniciativa privada.

Las municipalidades con la rigidez de las licencias lucrativas (patentes), su difícil adquisición para iniciar los negocios, sus excesivos trámites internos y externos, han venido agravando el problema. Los permisos sanitarios del Ministerio de Salud, ultra regulatorios y nada sencillos de cumplir en ocasiones por los espacios físicos pequeños de algunos locales y otras minucias, también han creado un ambiente desfavorable para emprender.

Ahora se ha acrecentado el número de los llamados “Inspectores Tributarios”, que se les encuentra a menudo en supermercados y locales comerciales, donde la presunción de inocencia y honestidad han sido relegadas por la sospecha que todo emprendedor es delincuente hasta que demuestre lo contrario.

Todo este panorama ha desembocado en una tendencia hacia la informalidad. Casi un 50% de nuestra población activa laboral trabaja en la clandestinidad, Está convencida que, con el IVA en los alquiles comerciales, la renta, las patentes municipales y las cargas de la seguridad social, no vale la pena dar el salto a la bancarización y a la economía formal. Se siente más segura con su dinero engavetado en la casa, debajo del piso o en el cielo raso.

Lo clandestino les da seguridad que nunca les llegará un cobro administrativo o judicial del Estado o de sus Instituciones: que difícilmente les pondrán un rótulo de “Clausurado” o “Cerrado por Irregularidades Tributarias” o por “Morosidad de la CCSS”.

Saben que pueden “respirar” con tranquilidad pues todavía no les han gravado el oxígeno.

Y no es tampoco que la clandestinidad no tributa. Todas las personas por el solo hecho de existir, pagan impuestos al consumir bienes y servicios, al comprar alimentos básicos, al echar combustible a su vehículo, al pagar la luz y el agua, al comprar ropa y todo tipo de suministros caseros.

Esta tendencia a esconderse para subsistir sin que el gobierno le cercene su pequeño patrimonio, es a fin de cuentas una forma de defensa ante la voracidad de Papá Estado, cuyo fin ha migrado hacia un ente interventor a todos los niveles, dedicado a buscar recursos donde ya casi no queda nada, y a expensas de la sumisión de los ciudadanos ante leyes cada día más confiscatorias.

Recuerdo la famosa frase de Ronald Reagan relacionada con la economía de planificación centralizada; “La visión gubernamental d la economía puede resumirse en unas cortas frases: si se mueve, póngasele un impuesto. Si se sigue moviendo, regúlese, y si no se mueve más, otórguesele un subsidio.”


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