El cuestionable cambio en la dirección del Semanario Universidad
Alejandro Madrigal [email protected] | Viernes 16 agosto, 2019
Esta semana vimos cómo se concretó la destitución de Ernesto Rivera como director del Semanario Universidad y la colocación de Laura Martínez como su sustituta por parte del Consejo Universitario de la UCR. Una decisión cuando menos cuestionable, y para muchos, polémica y hasta lesiva del libre ejercicio periodístico.
Un poco de contexto: el Consejo Universitario de la UCR tiene 12 miembros democráticamente electos, que incluyen al rector, siete miembros docentes, dos estudiantes, uno del sector administrativo y otro de colegios rofesionales. Entre sus muchas responsabilidades, se incluye elegir a la persona que ocupará la dirección del Semanario Universidad, puesto que ocupará por cuatro años con posibilidad de una reelección consecutiva. El Consejo Universitario define cómo quiere hacer ese nombramiento, la normativa no lo restringe.
Las cosas como son: antes de la dirección de don Ernesto y de su predecesor Mauricio Herrera, el Semanario Universidad pasaba desapercibido para la mayoría de la población fuera del campus universitaria. Su periodismo tenia calidad, pero carecía de los trabajos destacados que en los últimos años le han dado renombre y que por fin lo han sacado de la burbuja universitaria. En los últimos años es que el Semanario ha sido más crítico e incómodo que nunca (incluso para muchos dentro de la U), independiente, ha elevado el nivel de discusión, ha logrado llegarle a muchos públicos fuera del campus universitario, ha colocado temas relevantes en la discusión nacional y le ha dado un nuevo significado al periodismo de investigación en Costa Rica. Mucho de esto bajo la dirección de don Ernesto.
Logros: entre los muchos trabajos destacados del Semanario de los últimos años están: los casos de acoso y abuso sexual de los profesores de la UCR y del MEP; los abusos de menores en la Iglesia Católica; los espacios de Ojo al Clima, Ojo al Voto, Doble Check; la investigaciones de Panama Papers, el Cementazo, los viajes de Celso Gamboa y las comunicaciones entre Juan Carlos Bolaños y múltiples diputados; periodismo de datos como el tema de los multipensionados, las conseciones del CTP y encuestas de opinión política más transparentes y rigurosas que los demás medios; el Caso HSBC y los estados financieros de Soresco. Son algunos de los principales ejemplos. Don Ernesto ganó el premio Ortega y Gasset de periodismo en 2005 y con el Semanario recibió el Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez 2018. (Gracias al periodista Daniel Salazar por la compilación).
¿Por qué es cuestionable su no reelección?:
Primero, porque alguien con tantos logros merece un segundo período, merece continuar haciéndolo bien, merece seguir en su trabajo, no ser despedido; más si lo ha hecho mejor que los anteriores. Resulta injusto no otorgar la reelección con resultados objetivos tan positivos y contundentes.
Segundo, en un medio de comunicación, que no debería estar subordinado a los vaivenes políticos dentro de la universidad, el director de un medio debería ser reelegido siempre que haya hecho bien su trabajo, de otra forma, se presta para cobrar facturas políticas o tomar revanchas por haber hecho un trabajo que a los tomadores de decisión no les gustara por temas políticos, por más que objetivamente haya sido destacado. En otras palabras, no se debería cambiar a un director por su línea editorial, porque eso subordina al medio a la línea que al Consejo Universitario le guste, y quien no la siga, no podrá continuar en su cargo.
Tercero, porque el Semanario en los últimos años ha sido incómodo no solo para actores fuera de la U, sino también a lo interno. Se han destapado escándalos que han afectado a la universidad a lo interno y algunos de sus docentes. Y, por desgracia, hay sectores que no están de acuerdo con que los problemas universitarios se divulguen y se discutan públicamente, si no que quieren hacerlo a puertas cerradas, o no discutirlos del todo. En esa línea, 19 decanos y directores de unidades académicas le enviaron una nota al Consejo Universitario externando su “preocupación” por la línea editorial que ha seguido el Semanario en los últimos años y recomendando buscar a otra personas para su dirección. Esto es un grave atentado a la libertad de expresión.
Cuarto, la metodología usada por el Consejo Universitario es de todo menos objetiva. No está normada, es decir, se creó efectivamente para esta elección y no hay motivos para entender por qué se excluyeron de la calificación factores cualitativos como reconocimientos, alcance del medio o desempeño en la labor como director. Más tomando en cuenta que ambos ya han ejercido el cargo de director del Semanario Universidad, por lo que comparar su desempeño resulta necesario. Los únicos factores que pesaron en esta decisión fueron: experiencia como periodistas (ambos con calificación máxima), formación académica (donde doña Laura le saca ventaja de 10 puntos a don Ernesto, por ella tener una maestría en derechos humanos y él ser licenciado en comunicación de masas) y una entrevista de donde resulta una calificación otorgada por el promedio de cada calificación de los miembros del Consejo Universitario (donde la diferencia fue estrecha). Es decir, el motivo por el cual ganó doña Laura fue su maestría en derechos humanos, nada más. Como si de alguna forma una maestría en un tema que ni siquiera es periodismo propiamente pesara más que todo lo que enumaramos del lado de don Ernesto. Sí, doña Laura también tiene sus logros, pero no llegan a ser tan destacados (al menos no dirigiendo el Semanario Universidad, que es para lo cual están aspirando) y nada de eso se tomó en cuenta en calificación. ¿Por qué? Esta metodología se presta para armar una forma de evaluar que favorezca más a una candidatura que a otra de previo.
Quinto, la votación y calificación otorgada por cada miembro del Consejo Universitario fue y se mantiene secreta. Algo indefendible y cuestionable para mí, y sé que para muchos, es que representantes electos popularmente puedan votar decisiones importantes de forma secreta. Es un ejercicio muy poco transparente para con los representados (la comunidad universitaria, de la cual soy parte) y se presta para que quienes ejercen los cargos no se responsabilicen de sus acciones, y puedan usarlos para intereses particulares. Si el proceso fue objetivo y defendible, lo primero que debería hacerse es transparentar la forma en la que cada miembros calificó o votó y los criterios de por qué se incluyeron solo ciertos factores y otros tan relevantes se dejaron por fuera.
Para cerrar: todo esto apunta que un grupo de académicos y estudiantes, algunos de ellos dentro del mismo Consejo Universitario, estaba incómodo con la línea editorial del Semanario Universidad y tomó cartas para ejecutar una elección en apariencia objetiva en donde don Ernesto no resultara reelecto. Esto es peligroso, y más tratándose de la mayor y más importante casa de estudios de nuestro país, la cual debería ser ejemplo y vanguardia de la libertad de expresión. Cito al mismo don Ernesto en su reacción luego de conocer el resultado de la elección:
“Siento que me castigaron por hacer buen periodismo, por investigar y cuestionar al poder. Por mostrarlo y evidenciar su cara más cruda, incluso dentro del campus de la propia universidad”. Señaló que durante su gestión el equipo que construyó hizo investigaciones relevantes, ganó premios y tiene más audiencia que nunca. “¿Porqué me quitan entonces? ¿Cuál es el motivo? Como digo es un día triste para el periodismo y para la libertad de expresión en Costa Rica”.
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