El mal negocio del desempleo en medio de una guerra y volatilidad global
Carlos Camacho [email protected] | Martes 02 agosto, 2022
Uno de los legados de la Administración de gobierno anterior, en conjunto con las nefastas consecuencias de la COVID-19, es la destrucción de la riqueza, sus fuentes de creación y el consecuente aumento en la tasa de desempleo y subempleo que afecta a miles de compatriotas.
Luego de más de dos años de cierres y dolores, los agentes económicos apenas nos levantamos de una dura crisis de la economía real, la que genera empleo, uso de recursos y valor añadido a la producción, que a su vez es propela para el resto de la actividad privada y pública de la economía.
El negocio del desempleo y el del subempleo son indudablemente malos negocios. Deben ser resueltos con elementos de certidumbre, reglas claras que permitan a emprendedores y empresarios tomar decisiones que activen proyectos productivos.
Al mal negocio del desempleo agregamos el flagelo global de la inflación, consecuencia casi instantánea al problema de la pandemia y la crisis de los contenedores, que se transforma – para mal – con la cruenta invasión de Rusia a Ucrania. Un conflicto que involucra, además de la lejana zona euroasiática, a prácticamente todos y cada uno de los rincones del planeta.
El desequilibrio económico sufrido por la atención en diversas formas de la pandemia se agravó con desempleo y una parálisis que van en contra de lo necesario para que una sociedad moderna y globalizada sea funcional.
El desempleo es un tema de amplia complejidad y hacer un enfoque exclusivamente desde la economía es tener una visión reduccionista del Hombre en su dignidad y condición de ser integral.
Considerando lo anterior, por razones de especialidad, me inclino en este análisis, reconociendo las limitaciones de verlo solo desde la óptica económica. Reconozco la superlativa relevancia que tiene la dignificación de la persona humana, por el hecho mismo de su condición de ser y las perspectivas de análisis desde una pluralidad de materias antropológicas, sociológicas, psicológicas, para mencionar solo algunas, en las que se debe considerar este fenómeno del empleo, el subempleo y sus consecuencias.
Estamos en el entorno de una guerra que, aunque parece local, es absolutamente de orden mundial, en especial por dos componentes concretos:
1. Los países occidentales se han planteado librar esta guerra con un abochornante monto de recursos que erosionan las finanzas públicas de estos agentes económicos de occidente.
2. Las consecuencias que supone esta forma de hacer guerra mundial en terreno de Ucrania no distan, en consecuencias económicas, de ser un mecanismo de erosión de las economías, ya de por sí golpeadas.
Estamos sufriendo además la consecuencia de desabasto, por el coletazo de la crisis de los contenedores, manipulada a su vez para la acumulación estratégica de recursos necesarios que permiten la especulación, combustible de la inflación que, acompañada por la emisión monetaria, son compañeros peligrosos. Peor aun cuando se acompañan con una crisis energética que hace evidente la complejidad del entorno global de hoy.
Los banqueros centrales han revisado sus políticas monetarias en procura de poner un freno a la inflación. Esta llegar a ser altísima en zonas donde no se conoce del fenómeno, con la reincidencia de quienes sí lo conocemos y sabemos sobrellevar a costa de pena y desigualdad agravada, es decir nosotros los países latinoamericanos.
Países desarrollados como Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea tienen generaciones completas sin ver a sus economías enfrentando inflaciones de dos dígitos, con fenómenos monetarios asociados como el debilitamiento del euro con respecto a la divisa estadounidense. Todas estas son señales que les invitan a reflexionar sobre la viabilidad de seguir financiando la aventura de una guerra que, allende de lo bélico, es claramente una guerra económica.
Un asunto más amplio para nuestro país resulta de lo prescindible que es nuestra oferta exportable. Por ello los precios internacionales irán a la baja, excepto por los commodities, y se minimizarán las utilidades del exportador. Este empresario sufre el alza de sus costos por la inflación local, pero no puede trasladar dicho efecto a sus precios de venta.
Siendo así, debe valorar las estructuras de costos donde el sacrifico del empleo en condiciones dignas y que generen capacidad de consumo a la persona trabajadora – consumidora no es más que una aceleración en espiral de un muy mal negocio: O contratar menos gente, o pagarle salarios en términos reales, no nominales, cada vez más bajos.
El desempleo, el empleo retribuido de manera constante en un entorno de inflación en crecimiento y el subempleo generan una caída en la capacidad real de compra de bienes y servicios para los agentes económicos. Un giro adicional en la pérdida de capacidad para recuperar el lejano rumbo de crecimiento de la economía real. Contrasta con el incremento de la economía de la especulación, que solo aumenta la brecha social.
Los gobernantes deben tomar acciones y decisiones con base en el contexto de guerra en el que nos vemos inmersos. Hacer lo que hay que hacer. Quizás no es lo más popular o menos doloroso, pero a veces el remedio que necesitan las economías es purgarse.
Dentro de las medidas que se deben tomar está el brindar elementos de certidumbre y reglas claras para que podamos seguir produciendo bienes y servicios y generando empleo. Así generaremos riqueza y arrancaremos de nuevo la activación de la economía real.
Es indispensable dar golpes de timón en un mar picado, es ahí donde se hacen los buenos marineros y no en una pequeña y tranquila laguna romántica en la que cualquiera es navegante.
Tal como ocurrió con el efecto económico de choque por la COVID-19, los efectos económicos de esta guerra pasarán. En países con capacidad de incidir en la geopolítica global mínima, como el nuestro, simplemente debemos concentrarnos en dar mensajes clave de seguridad económica y jurídica al conglomerado de agentes económicos locales y la comunidad internacional.
Tenemos una situación de política interna complejísima, pero la inacción no es un salvavidas. Por el contrario, es una pesada piedra que nos puede terminar hundiendo a todos los agentes económicos de Costa Rica.
Necesitamos conocer a la brevedad urgente los proyectos de orden fiscal que llevará el Poder Ejecutivo a la Asamblea Legislativa y cómo prepara el terreno de la negociación extrapartidaria para que se tomen las decisiones de trascendencia, con el sentido de urgencia y de importancia que requerimos.
Debemos buscar nuevos recursos, aprobar emisiones de bonos que, colocados en el mercado internacional, y patrocinados por un acuerdo serio y duradero con la comunidad financiera internacional, encabezada pero no limitada a los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional, nos permita aprovechar más ventajosas condiciones de instrumentos de deuda de largo plazo para contratar obra pública en puertos, aeropuertos, carreteras, caminos y todos los aspectos de infraestructura que el país trae en un rezago encarecido por décadas.
Aprovechar el momento de incertidumbre para explotar, en un sentido de inteligencia global, nuestro posicionamiento como país destino, ya sea para vivir o para inversión. Debemos ser más ambiciosos al ir al mercado, por encima de solo reestructurar nuestra deuda tanto interna como externa.
¡Debemos pensar en grande! Los logros son proporcionales al tamaño de los sueños que, fundamentados en la existencia del adecuado inventario de recursos humanos, tecnológicos, geográficos, y ambientales, y combinados con instrumentos de inversión internacional disruptiva pueden generar grandes cambios.
Debemos también aclarar las reglas fiscales para que sean elementos que proporcionen certeza y estimulen la inversión en nuestro país, tanto de propios como de extranjeros.
Rompiendo el ciclo del desempleo se desencadena el de la creación de riqueza. Cuando haya riqueza se debe someter a una tributación generosa, no asfixiante, que estimule mediante reducciones de base imponible, la búsqueda de incentivos de nueva generación de orden tributario, tanto con el tema de empleo, huella de carbón neutralidad, reinversión de utilidades, y gestión de responsabilidad social empresarial, entre otras.
Urge enrutar los elementos que enmarcan el poder, tomar los recursos de las entidades financieras a la brevedad y resolver a la vez elementos sistémicos que caracterizan nuestro endémico déficit fiscal.
Estar en guerra nos lleva a la condición de alerta para no perecer en ella. Como nuestro país dista tanto del campo de acción bélica, la guerra que debemos asumir con responsabilidad y valentía es sacar nuestra economía adelante.
La paz de los pueblos en el largo plazo depende de una relación de equidad entre los diversos agentes económicos y sus interdependencias, tanto necesitan los patronos de trabajadores como éstos de sus patronos. No es tiempo de dividir sino de unir fuerzas con el objetivo común de sacar a nuestro país adelante. Convertirnos de nuevo en un modelo de desarrollo humano, como lo fuimos hace años pero que hemos dejado que se destiña en las últimas décadas.
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