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Refugio, refugiar, refugiados

Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 14 septiembre, 2015


Hay exiliados voluntarios y obligados. Las razones son las mismas para ambos: no compartir el pensamiento ideológico, cultural o de género impuesto por el gobierno de su país

Refugio, refugiar, refugiados


Desde que el mundo es mundo existen éxodos: pueblos o grupos que buscan un nuevo lugar para establecerse. La historia registra estos movimientos y la antropología los confirma (acaban de descubrir el origen de los vascos y quiero escribir sobre eso. Más adelante.)
Éxodo o diáspora: ambos fonemas vienen del griego. “Salida”, el primero; “dispersión”, el segundo. Se usaron originalmente para describir los múltiples desplazamientos del pueblo de Israel. Luego esas palabras designaron a otra gran cantidad de grupos desplazados de su lugar de origen.
La inmigración es otra historia. De manera más individual que colectiva, ciudadanos de muchos lugares del mundo buscan un mejor futuro económico, profesional, familiar, amoroso… Ilusorio, tal vez. La ilusión es muy fuerte; el desarraigo también. Soy chozna, tataranieta, bisnieta, nieta e hija de inmigrantes. Es una historia. 
Hay exiliados voluntarios y obligados. Las razones son las mismas para ambos: no compartir el pensamiento ideológico, cultural o de género impuesto por el gobierno de su país.
El dolor es igual al de cualquiera que se aleja de su tierra. O peor: no siempre (o casi nunca) hay ilusión en ese viaje.
Los refugiados no son exiliados, ni inmigrantes. No reniegan de su identidad ni quieren alejarse de su pueblo. No les queda otra opción que no sea irse. Con lo puesto, sin comida, sin papeles, sin ilusiones, sin ideología. La única motivación es la sobrevivencia, la de sus hijos, la de su familia, la de ellos mismos. Y así se van.
Desde hace décadas que llegan a Europa cientos de miles de desplazados por el hambre, las guerras, la represión y persecución por etnia, religión, género, origen e ideología. Los culpables son los gobiernos de los países que obligan a sus ciudadanos a huir, no las naciones europeas que tendrán que hacerse cargo.
Al término de la Segunda Guerra Mundial, la Organización de las Naciones Unidas se vio en la necesidad de crear un organismo para ocuparse de la gran cantidad de refugiados provocados por el nacional socialismo y el conflicto bélico que terminó con su poder.
La primera vez que la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) tuvo que responder ante una enorme cantidad de desplazados fue en 1956, cuando la Unión Soviética acabó con la revolución húngara. En esa oportunidad huyeron de su país en calidad de refugiados 200 mil húngaros. Europa y el Acnur se hicieron cargo.
Hace pocos meses el gobierno húngaro decidió construir un muro en su frontera con Serbia para detener el ingreso de refugiados a la zona Schengen de libre circulación.
La semana pasada pudimos ver a la periodista y camarógrafa húngara Petra László patear y hacer zancadillas a sirios que intentaban ingresar a Europa. Imágenes impactantes y repulsivas.
Todos podemos ser refugiados. Tal vez algunos de nuestros antepasados lo fueron. Ojalá ninguno de nuestros descendientes llegue a serlo. Los húngaros no deberían olvidar que fueron los primeros refugiados en la historia en recibir ayuda institucional.

Claudia Barrionuevo

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