SpaceX y la conquista (privada) del espacio exterior
Mauricio París [email protected] | Jueves 19 noviembre, 2020
“Docking confirmed”. Así se anunciaba por Twitter el lunes anterior, la llegada de la nave espacial Crew Dragon a la Estación Espacial Internacional. No se trata de un viaje cualquiera, ya que tiene la notable condición de ser el primer viaje espacial realizado por una empresa privada: Space Exploration Technologies Corp. más conocida como SpaceX, una empresa fundada por Elon Musk, fundador, entre muchas otras empresas, de Tesla.
Ya en el año 2008, SpaceX había logrado colocar el cohete de combustible líquido Falcon 1, en 2010, la recuperación de la nave Dragon 1, y ahora, el envío de una nave tripulada al espacio. Este es un hito más en el objetivo trazado por Musk desde la fundación de la empresa en 2002: la colonización de Marte, con el establecimiento de una ciudad para 2050. Todo apunta a que el siguiente paso será el lanzamiento de Starship, una nave espacial reutilizable que permitiría vuelos espaciales comerciales.
Starlink, una empresa hija de SpaceX, ofrecerá este mismo año un servicio de internet satelital de banda ancha de por medio de una gigantesca red de satélites, que proyecta llegarán a 12.000 para mediados de la década. El servicio estaría disponible para todo el planeta Tierra, e incluso se proyecta que suministrará Internet a Marte.
De hecho, a finales del mes anterior, varios portales de Internet filtraban los supuestos términos y condiciones del servicio de Starlink, que establecían que los servicios provistos por la empresa en la Tierra y en la Luna se regirían por la ley de California, sin embargo, y acá viene lo curioso, establecen que, respecto a los servicios prestados en Marte, o en tránsito hacia Marte a través de una nave espacial u otra nave de colonización, el usuario reconoce que Marte es un planeta libre, y que ningún gobierno con base en la Tierra tiene autoridad o soberanía sobre las actividades marcianas.
Más allá de la veracidad o no de este borrador, que no ha sido confirmado por la empresa, estas noticias nos hacen pensar en que, en los próximos años, la regulación legal del espacio se convertirá en un elemento crucial para el desarrollo de la conquista interplanetaria. Sin embargo, este no es un tema novedoso: el Tratado del Espacio Ultraterrestre fue aprobado por las Naciones Unidas en 1967, en plena Guerra Fría y en el marco de la carrera espacial entre la URSS y EE. UU. De acuerdo con este Tratado: "la exploración y el uso del espacio ultraterrestre se llevará a cabo en beneficio y en interés de toda la humanidad" y "el espacio y los cuerpos celestes son libres para su exploración y uso por todas las naciones".
Existen otros tratados internacionales y declaraciones promovidas por las Naciones Unidas, tendientes a regular las actividades de los Estados en la exploración del espacio ultraterrestre, la responsabilidad internacional por daños causados por objetos espaciales, el registro de objetos lanzados al espacio ultraterrestre y la devolución de astronautas y objetos lanzados al espacio ultraterrestre. Otros instrumentos internacionales, como el Tratado de la Luna de 1979, que implicaba la creación de un nuevo régimen internacional, no lograron consenso internacional suficiente para ser aprobados.
Sin embargo, los tiempos en que la exploración espacial era realizada en exclusiva por Estados y con una finalidad eminentemente científica -o política, en algún caso- parecieran haber terminado. SpaceX es solo una de las decenas de empresa privadas enfocadas en el transporte espacial y otras actividades comerciales, que mueven cientos de millones de dólares. Incluso Google ha lanzado una competencia internacional que premiará con US$30 millones a los ganadores de un reto para estimular el acceso a la Luna, y dar a los empresarios espaciales una plataforma para desarrollar modelos de negocio a largo plazo en torno al transporte lunar.
Todas estas noticias parecen una locura, sobre todo en medio de una pandemia que nos obliga a protegernos con una mascarilla diariamente para circular por nuestro planeta. Sin embargo, el avance científico no se detiene, y es inherente a la especie humana. Como decía Stephen Hawking: somos una raza de primates en un planeta menor de una estrella ordinaria, pero podemos entender el universo.
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