Un negro en la Casa Blanca
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 10 noviembre, 2008
Claudia Barrionuevo
Ninguna elección de mandatarios —que no sea la propia— atrae tanto la atención de todos los ciudadanos del mundo como la carrera a la Presidencia de Estados Unidos.
Las jornadas electorales de Nicaragua o Panamá —nuestros vecinos directos— o de Brasil y Argentina —los países más grandes de Latinoamérica— no nos provocan el deseo de estar informados paso a paso. Nos basta un rato apenas para enterarnos del resultado y sus consecuencias.
Con respecto a Estados Unidos es diferente. Los latinoamericanos vivimos pendientes de las noticias generadas durante la jornada histórica del pasado 4 de noviembre como si se tratara de nuestro destino como país. Y sí, en gran medida de eso se trata. Influenciados por su cultura, empapados en su idioma, dependientes de su economía, es lógico, comprensible y hasta obligatorio que sus cambios nos interesen. Porque nos afectan.
Conectados a CNN, muchos costarricenses esperamos ansiosos los resultados, escuchamos los discursos de Obama y McCain, y nos alegramos por el triunfo del primero.
Razones para celebrar no faltaron.
La primera, sin lugar a dudas para la mayoría, fue el fin de los ocho terribles años de la administración Bush.
La segunda, no menos importante —ojalá para todos, ha sido el hecho de que en el país donde los negros han tenido una historia horrorosa y reciente de esclavitud y segregación, sucedió lo impensable: que un afroamericano alcanzara el cargo más poderoso no solo de Estados Unidos, prácticamente del mundo.
El tercer motivo para alegrarse es realmente significativo: los cambios prometidos por el presidente electo durante su campaña. Entre muchas promesas, Obama se comprometió a retirar las tropas de Irak en los próximos 16 meses, a cerrar la prisión de Guantánamo, a incrementar la ayuda económica de su país para erradicar la pobreza y luchar contra el VIH/sida, la tuberculosis y la malaria; a reducir las emisiones de los gases que provocan el efecto invernadero en Estados Unidos. Esperemos que intente seriamente cumplir con estos deseos.
Hemos visto muchas películas de Hollywood donde la ficción de un presidente negro provocaba grandes consecuencias para el mundo.
No creo en las predicciones de Nostradamus y menos aún en su interpretación. Posiblemente por el racismo que ha impregnado a Occidente durante siglos se ha propagado la idea de que cuando se nombre un Papa negro se acabará el mundo. Y —sin lugar a dudas por el segundo lugar al que hemos estado relegadas las mujeres también durante siglos— algunas interpretaciones del Apocalipsis indican que el fin del planeta llegará cuando una mujer esté a cargo de la nación más poderosa del mundo. ¿Podría haber sido Hillary? No creo en esas profecías.
En todo caso, ha habido un gran cambio en Estados Unidos. ¿Eso nos beneficia directamente a los latinoamericanos? No lo sé. El imperio es el imperio. Cualquier presidente de ese imperio buscará lo más conveniente para sus ciudadanos. Nosotros los ticos no somos más que pequeñísimos satélites tratando de sobrevivir en medio de los vaivenes del mundo. Y en el de nuestros propios cataclismos.
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