Valores y principios
Emilio Bruce [email protected] | Viernes 01 noviembre, 2024
Durante meses he escrito sobre valores y principios. He insistido sobre respeto mutuo, sobre el valor de la institucionalidad y las virtudes del orden legal. He analizado con intensidad el funcionamiento del estado en Costa Rica, de la Constitución Política de 1949, de las leyes del país, de la separación de poderes y de la importancia de la sujeción de las personas que gobiernan a este entramado legal.
Con facilidad he sido censurado, agredido, insultado, descalificado por troles pagados que en redes sociales están posicionados en determinados foros, y también por personas fanáticas de unos y otros partidos que no desean razonar sino desahogarse agrediendo.
Si ha habido un éxito en nuestro actual gobernante ha sido su diagnóstico acertado de lo que siente, desea y espera una parte sensible de nuestra sociedad.
Todos claramente sabemos que durante 76 años no hemos vivido dictadura alguna, que las elecciones se han repetido cada cuatro años con transparencia, que el imperio de la ley prevalece y que, a pesar de las imperfecciones humanas, quien recurre en busca de justicia la obtiene. No hay persecución política ni presos de conciencia en nuestras cárceles. No hay costarricenses con corona. Pero el diagnóstico del señor presidente es claro, directo y acertado: hay un estado de profunda insatisfacción, de odio, de deseos de venganza, de destrucción del pasado, de agresión a las figuras que dirigieron los asuntos del país.
Una parte sustancial de nuestra sociedad está cansada de nuestro sistema, de los partidos que nos han gobernado, de las figuras que encabezaron los gobiernos anteriores, de la corrupción que existe en nuestro estado en conjunto con amigotes, del estatismo en nuestro país, de las dificultades para hacer y para emprender gracias a un proceso de reglamentación y trámites extenuantes. Las gentes están cansadas de la lentitud de la justicia. Juicios larguísimos y en extremo costosos son cada vez más la norma y no la excepción. Los costarricenses cada vez más se inclinan por más autoritarismo y menos por más democracia.
Gracias al carboneo contra el sistema y a la realidad subyacente en los argumentos usados, las personas no oyen ni atienden razones, sino que reaccionan a imágenes, estereotipos, sentimientos y muy especialmente odio, inconformidad, ganas de destruir y deseos de acabar con el sistema que nos ha antecedido. No se preguntan qué lo va a sustituir una vez acabado. No hay apoyo a proyecto país alguno, porque no lo hay o no lo han expuesto. El proyecto visible es acabar, sepultar, destruir…
Valores como respeto, consideración, legalidad, principios democráticos como enmienda de yerros y falencias, función de la oposición y de la Sala Constitucional y subordinación a la Constitución no cuentan cuando valen para limitar al partido o al funcionario de mis preferencias. Solamente mis gentes y mis aspiraciones valen y cuentan…
La definición de que un gobernante debe de actuar como un buen padre de familia levanta reacciones de violencia no de aceptación de un valor esencial para nuestra convivencia. El respeto por el derecho ajeno ya no es la paz en Costa Rica. El respeto es tan solo unidireccional. Se respeta al que apoyo, que el diablo se lleve al resto.
Mi preocupación actual es que los ingredientes están siendo cocinados para una revolución, para una convulsión social. En estos días cité un párrafo de don Teodoro Picado Michalski ejemplo de cultura y moderación. Las reacciones han sido de estupor en algunos, de sorpresa de la cita y de agresión a sus palabras en total desconocimiento de quién fue don Teodoro.
Decía el señor expresidente: “Las pasiones, por legítimas que sean, no pueden servir de excusa para justificar la violencia en los discursos basados en la diatriba y en el insulto, ya que no es deprimiendo a los demás, sino ofreciendo realizaciones que vengan a mejorar nuestra vida social y política, como debe conquistarse el favor de la opinión pública.”
El que busca encuentra. El que promueve el odio termina por sembrarlo y sufrir los frutos de su cosecha. El que desacredita las instituciones y el funcionamiento de los poderes debe de estar listo para corregir los yerros apuntados o perecerá en el caos de la ausencia de una estructura legal ordenadora. El que busca la venganza abona el terreno para que las venganzas lluevan sobre él.
Gobernar es educar. Gobernar es guiar a la sociedad como un buen padre de familia, con sutileza y sabiendo dónde llevar a las personas guiadas. Gobernar requiere una mano de acero enguantada de terciopelo. Gobernar requiere dialogar, entender los argumentos ajenos, ceder en algo pensando en el bien común. Gobernar es saber bien objetivos y destino, explicándolos para alcanzar su aceptación. Gobernar es dar rumbo como el timonel de un navío, aún en tormenta, para llegar a las costas esperadas.
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