Homenaje a nuestra mejor generación
Ennio Rodríguez [email protected] | Martes 03 julio, 2018
Homenaje a nuestra mejor generación
El núcleo de la actual Selección Nacional de Fútbol es la mejor generación de futbolistas que ha tenido nuestro país en toda su historia y fue la que nos dio la gran emoción de Brasil 2014. El fútbol no es un irrelevante deporte. Es parte de la narrativa nacional que nos define frente al mundo. La hazaña futbolística del Mundial anterior quedará grabada en nuestra memoria como país. Lo que esos jóvenes lograron frente a las mejores potencias del orbe, al regresar invictos y quedar de octavos, evoca oleadas de orgullo y satisfacción en los ticos. Pues bien, esa generación se mereció, en Rusia 2018, una mejor despedida. En Catar, si clasificamos, no veremos a esa generación, tan solo a algunos de sus integrantes.
Rusia fue una decepción, pues el Mundial de Brasil estaba muy cerca en la memoria y muchos de los mismos nombres hacían soñar con una nueva hazaña. Los futbolistas no fallaron. Cumplieron con el libreto de su director técnico. Óscar Ramírez tampoco fue una sorpresa. Fue genio y figura hasta la sepultura. El resultado fue crónica de una muerte anunciada y no me refiero a las pasiones anti-Ramírez, me refiero a los comentaristas más agudos como Gaetano Pandolfo, quien desnudó, antes del Mundial, las vulnerabilidades de los planteamientos en la cancha y los resultados esperables. Ramírez fue fiel a su planteamiento desde que asumió la Sele, hasta el último partido de Rusia. No se puede culpar a Ramírez; es un estratega conocido por todos. Falló la dirigencia que no supo valorar la oportunidad que esta maravillosa generación todavía podía aportar a nuestra historia futbolística en su despedida.
Mi vida profesional la he desempeñado, en su mayor parte, en el extranjero como funcionario o consultor de organismos y centros de investigación internacionales y el fútbol la ha salpicado de buenos momentos. Recuerdo llegar al aeropuerto de Madrid y la grave mirada del oficial de migración transformarse al ver mi pasaporte. ¡Keylor Navas!, me dijo sonriente, ¡toda mi vida he sido del Real! En ese mismo viaje, en Santiago de Compostela, entramos a comer a una hora en que era tarde para el almuerzo y temprano para la cena, el restaurante estaba vacío. Pasaban un partido de la UEFA, los meseros se acercaron a verlo con nosotros pues tomamos la mesa frente al televisor. Con la conversación vino la pregunta de qué país son ustedes, de Costa Rica respondí, se volvieron con mirada sonriente, dije, sí Keylor Navas. ¡No!, me respondieron, ¡Celso Borges! El Real no nos importa. Claro, estábamos en Galicia. Me sentí validado como tico gracias a nuestros futbolistas.
Recuerdo que antes de Italia 90, muchos no sabían siquiera que éramos un país y nos confundían con una isla de nombre similar. Una vez, en una cena en la antigua Yugoslavia, no sabían dónde quedaba Costa Rica. Expliqué que quedábamos entre el Canal de Panamá y el país de la Revolución Sandinista (los noticieros europeos, en aquellos años, estaban fascinados con la revolución).
Luego de Italia 90, en Londres, había sido presentado por mi afiliación institucional y no por mi nacionalidad. Mi conferencia fue sobre el manejo de la deuda externa con posterioridad a la crisis de agosto de 1981 en Costa Rica y la transformación no recesiva de una economía dedicada a la sustitución de importaciones industriales en el marco del Mercado Común Centroamericano y a la exportación de bienes agrícolas, a una economía exportadora. Si bien con abusos lamentables, se había logrado una secuencia de políticas y velocidad de ajuste no recesivas que, incluso, impactaron positivamente los niveles generales de empleo luego del traumático episodio de 1981-2. Me interrumpió una persona con su inconfundible acento escocés “no me diga que Costa Rica, luego de darnos una lección de fútbol, nos viene a dar una lección de economía”; gran algarabía del público mayoritariamente inglés (en Italia le ganamos a Escocia 1-0 con golazo de Cayasso).
Como a muchos ticos que hicimos carrera en el exterior, los éxitos de Italia 90 y Brasil 2014 nos cambiaron la vida. Pasamos de ser de un país inexistente para muchos, a ser una pequeña nación que se ganó el respeto en el circo contemporáneo con dos generaciones de gladiadores que hicieron historia. A ellos nuestra gratitud y hubiésemos deseado que la generación estrella hubiera tenido, en Rusia, una despedida digna de su talento individual y como grupo. Ojalá aprendamos la lección.
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